Atados por secretos y sombras

Capítulo 1

El mercado bullía de vida con el vibrante sonido del tintineo de las copas y las charlas. Los camareros se apresuraban a pasar, casi chocando con un grupo de bailarinas glamurosas que se balanceaban con faldas extravagantes, sus pesados perfumes se mezclaban en una niebla embriagadora que flotaba sobre la escena.

"Es la primera vez que utilizo este aparato, así que puede que me escueza un poco. Tened paciencia", dijo Lucius Bennett en voz baja y tranquilizadora mientras colocaba una pistola perforadora en el lóbulo de la oreja de Alaric Winters. El metal se sintió frío contra su piel, y el dolor agudo que le siguió le hizo estremecerse, haciendo temblar sus párpados fuertemente cerrados.

Sentado en un taburete bajo, en un rincón poco iluminado, Alaric asintió de buena gana, aunque su corazón se aceleró por la incertidumbre. El piercing no era sólo un adorno, sino un dispositivo de rastreo. Con la oreja perforada, Alaric sentía que algo más profundo se instalaba en su interior: el miedo a quedar atrapado.

Alaric abrió los ojos y encontró a Lucius mirándolo, con una mezcla de preocupación y pesar en el rostro. "Ya está bien -dijo Lucius con una pequeña sonrisa reconfortante-. "Ya te acostumbrarás".

Lucius, un beta que trabajaba en el mercado, llevaba un uniforme parecido al de Alaric, aunque el de Alaric era nuevo e impoluto. No se conocían -Lucius había recibido el encargo de una autoridad superior-, pero había un entendimiento tácito que los unía en ese momento de desesperación.

En silencio, Alaric dio las gracias, instando a Lucius a proceder con cautela.

Cuando Alaric entró en el vestíbulo principal del mercado, el abrumador aroma de las feromonas omega casi le hizo perder el equilibrio. De no ser por los supresores que había tomado, se habría derrumbado al suelo. El lugar era un bar subterráneo, lejos de la ordenada estructura de Ciudad Capital. Aquí, en este caótico reino conocido como Estrella Desolada de Sharo, los alfas hacían alarde de su dominio, y los omegas no eran más que presas.

La tenue luz no podía ocultar el atractivo de Alaric. Destacaba, incluso entre una multitud que parecía salida de una revista de alta costura. Los pendientes improvisados estaban mal construidos, pero acentuaban su belleza, convirtiéndolo en una gema deslumbrante entre las piedras en bruto.

Dio un paso adelante; al instante, decenas de ojos hambrientos se clavaron en él. Era como si pudiera sentir físicamente cómo le marcaban como su próximo objetivo.

---

**Escape de Alarik.

Alaric Winters siempre había sido mimado. Agobiado por el inminente acuerdo para casarse con un misterioso príncipe de la Familia Real Imperial, había decidido escapar de las garras de su destino predeterminado. A bordo de un barco, creyó encontrar una salida, pero el destino tenía otros planes. Su barco se estrelló en esta roca desolada y ahora estaba a merced de este mundo desconocido.

Aunque estaba aterrorizado, la idea de ceder a una vida que no había elegido le llenó de renovada determinación. En el exterior, había intentado ganarse la vida con trabajos esporádicos, pero el destino volvió a torcer sus planes: fue descubierto nada menos que por el general Maximilian Stone, el máximo comandante del Imperio.
Atrapado en el acto de intentar huir una vez más, Alaric fue encadenado y llevado a bordo de la nave del general. Se sintió humillado, pero también incómodo al encontrarse cerca de alguien tan poderoso.

"Vamos, no es necesario", protestó Alaric mientras las brillantes esposas tintineaban alrededor de sus muñecas.

"Sólo son medidas de seguridad, pequeño", dijo el general en voz baja y suave, ocultando la amenaza que encerraba. "Aún no has comprendido lo que está en juego aquí".

Sin embargo, en medio de la dureza, había algo -alguna conexión invisible- que le atraía hacia el avispado general. Aunque al principio quería evitarlo, Alaric sintió una punzada de curiosidad por el enigmático alfa.

Los días se convirtieron en semanas llenas de luchas de voluntades y química inesperada. El general se alzaba como una sombra ineludible, atrayendo a Alaric sin que supiera por qué.

La primera vez que experimentó la oleada de calor -el cuerpo de un omega respondiendo a un alfa- se quedó petrificado. Pero una noche, mientras el mundo exterior se convertía en un caos, se encontraron juntos. Sir Cedric Hawthorne, el verdadero nombre del general, parecía más suave bajo las tenues luces, su fachada se resquebrajaba lo suficiente para que Alaric pudiera vislumbrar al hombre que había debajo.

¿Con quién quieres estar realmente? carraspeó Cedric, con una voz cargada de deseo y vulnerabilidad.

Alaric se quedó pensativo, momentáneamente perdido. Me salvó la vida", balbuceó, dudando de repente de su razonamiento anterior.

Y yo también lo hice muchas veces.

---

**El Compromiso**

Pronto llegó el momento de que Cedric cumpliera públicamente con sus obligaciones. Asistiría a una fiesta de compromiso como deber real, y Alaric se preparó para las consecuencias. Lo llevaron a un salón extravagante donde la festividad no era más que un delgado velo sobre expectativas profundamente arraigadas.

En el momento en que los ojos de Alaric se fijaron en Cedric, que se erguía en medio de las luces centelleantes, sintió que algo en su interior se hacía añicos. Allí estaba el hombre que encapsulaba todas las fantasías de rebelión que había tejido en su mente, comprometido con otra persona.

Con el anuncio de Cedric, se hizo el silencio en la sala cuando declaró: "No puedo casarme con esta mujer". La conmoción se hizo eco entre los presentes, que miraron con incredulidad, pero Alaric ya no era un espectador.

¿Qué quería decir? ¿Acaso las palabras de Cedric encerraban alguna esperanza?

Entre el zumbido de pensamientos y el caos, se enfrentó una vez más a sus propios deseos, luchando contra sus miedos. Justo cuando abría la boca para gritar la verdad, unos brazos lo agarraron por detrás y tiraron de él.

Alaric miró a Cedric y la mirada que intercambiaron lo decía todo: ¿merecía la pena arriesgarse por amor?

Como en todos esos momentos, un estandarte brilló por encima de sus cabezas, el pulso se aceleró en su corazón: ahora que comprendía lo que significaba huir de las cadenas de la sociedad, ¿se atrevería a perseguir la verdad de su corazón?

Capítulo 2

Alaric Winters se ajustó la boina, dejando que su despeinado pelo dorado cayera en cascada y dejara entrever su rizada coleta. Vestido con una camisa blanca de tirantes sobre unos pantalones elegantes, parecía un tentador postre hecho realidad.

Sin embargo, la gente a su alrededor permanecía inmóvil, indecisa ante la pluma negra que adornaba el sombrero de Alaric. La pluma marcaba a Alaric como alguien de interés, una persona secuestrada o en medio de una transacción. Hacer un movimiento contra él significaría considerar las posibles consecuencias de enfadar a los que estaban detrás del trato.

Alaric caminaba con una ligera cojera, la herida en la pierna le ralentizaba, pero a los transeúntes les parecía que no era más que un elegante Omega que se deslizaba entre la multitud.

"Acelera el paso, ¿quieres?", le gritó insistentemente una voz áspera a través del auricular. El repentino sonido sobresaltó a Alaric y le hizo estremecerse involuntariamente.

Con los labios apretados, apresuró sus pasos, aunque el aumento de velocidad fue mínimo debido a su herida.

Hacía tres días, Alaric había robado la tarjeta de acceso del ama de llaves y había huido de Ciudad Capital para salvar su vida. En el Imperio, pocos omegas eran pilotos expertos, ya que no formaba parte de su plan de estudios básico. Las habilidades de vuelo de Alaric eran limitadas, lo que provocó un aterrizaje forzoso en este planeta desconocido.

Aunque consiguió minimizar los daños, resultó herido.

Mientras estaba atrapado en la cabina, contemplaba la galaxia, resignado a la idea de que podría convertirse en polvo cósmico. En ese momento, vio que se acercaban unas figuras que intentaban abrir la puerta deformada.

Por pura desesperación, Alaric golpeó contra el suelo el holocomputador que llevaba en la muñeca, pero el aparato era muy robusto y permaneció intacto.

Mientras sonaban las alarmas, una oleada de terror se apoderó de él: una fuerza que no sabía que poseía le permitió arrancar los controles rotos y reducir el holoordenador a añicos.

Aquel dispositivo era su única prueba de identidad, ya que contenía un localizador, pero en aquel momento anhelaba el anonimato.

La pantalla destrozada parpadeó desafiante por última vez, deteniéndose en un mensaje:

"Como Omega de alto rango de la Casa de Lemont, es tu deber aparearte. No actúes impulsivamente; recuerda, tu primer celo aún está por llegar".

-Darius Lemont

El resplandor se desvaneció, su parpadeo se hizo más lento que la respiración entrecortada de un hombre que se ahoga, hasta que finalmente se extinguió con un ruido sordo.

Alaric exhaló lentamente, con el pelo empapado en sudor pegado a un lado de la cara. Una fugaz sonrisa se abrió paso a través de su agotamiento, dándole la ligereza de un pájaro que regresa al cielo abierto. Sin embargo, la libertad que ansiaba aún no estaba a su alcance.

En el Gran Comedor, vio al hombre enmascarado de plata con el que tenía que tratar, sentado junto a la ventana. Hizo una pausa para aliviar el dolor de su pie y, empuñando una jarra de hidromiel, se acercó.

"Señor, ¿puedo ofrecerle una copa? Si necesita servicios especiales, hable con el encargado de la recepción", recitó Alaric la frase, dictada por su auricular, esperando ansioso la respuesta del hombre.
Ocultos tras la máscara, los penetrantes ojos grises del hombre lo escrutaron con una profundidad inquietante, una mirada más profunda y cautivadora que ninguna otra que Alaric hubiera encontrado antes. Su ceño se frunció, transformando su expresión en un paisaje intrigante.

"La voz del hombre se elevó con un tono divertido. "Los servicios especiales requieren primero una prueba".

Atascado en sus pensamientos, Alaric vaciló, escuchando cómo su auricular le instaba a obedecer. "Desabróchate la camisa y entrégale el colgante que llevas al cuello".

Pero Alaric se dio cuenta de que no llevaba nada debajo. Sintió que le invadía una oleada de incertidumbre. A pesar de sus instintos de resistencia, la voz se volvió firme, incluso amenazadora. Respirando hondo, empezó a desabrocharse la camisa.

Ciertas transacciones, aprendió, debían ocultarse bajo la apariencia de otra cosa. Lo comprendió: era una tapadera para un negocio ilícito.

Un botón, dos...

Pronto, su pálido pecho quedó al descubierto, intacto a la luz del sol, con una piel suave y sin imperfecciones. Los movimientos de Alaric se ralentizaron cuando pensó en detenerse, pero la orden del auricular persistió. "Continúa.

La tensión se le agolpó en las tripas, la respiración se le aceleró al inclinar la cabeza, consciente de que el enmascarado le observaba atentamente. Incluso sentado en un taburete alto, la presencia del hombre se cernía sobre él y sus miradas se cruzaban.

¿Cómo se sentiría, se preguntó, al ser examinado tan minuciosamente? El tiempo pasaba y los dedos de Alaric se apretaban contra el cuello de la camisa; su mente se agitaba mientras jugueteaba inconscientemente con los botones. Justo cuando se tambaleaba al borde de la indecisión, el hombre habló.

"Ya puedes parar. Preséntelo".

La voz del hombre era rica y noble, un marcado contraste con la tosca orden en el auricular de Alaric.

Alaric levantó la vista bruscamente y lo miró a los ojos. No había juicio, sólo un escrutinio sereno, como el de examinar una flor en medio del campo.

Lentamente, se desabrochó el colgante que llevaba al cuello, dejando al descubierto una ornamentada esfera de hierro disfrazada de joya.

El enmascarado, con unos elegantes guantes negros, abrió metódicamente la tapa. La curiosidad de Alaric se disparó y se inclinó hacia delante para ver mejor.

En su interior había un cristal blanco parecido a un diamante, que brillaba seductoramente bajo las luces. Sin embargo, Alaric se quedó inmóvil, al reconocerlo.

Conocía esa sustancia: se llamaba "Lumen Blanco", era más rara que el oro y estaba muy restringida en las transacciones privadas dentro del Imperio. Los derechos sobre ella estaban estrechamente controlados por el Departamento de Guerra y se destinaban principalmente a la energía de las naves espaciales militares.

Participar en el comercio privado de "Lumen Blanco" equivalía a la rebelión, necesaria en gran medida sólo para los antiguos miembros de la Legión Libre, una facción casi erradicada por el Imperio una década antes. Los rumores apuntaban a que estaban resurgiendo.

El enmascarado observó el cristal y, cuando volvió a mirar a Alaric, percibió una nueva profundidad: una compleja mezcla de intriga y expectación que Alaric, con la cabeza gacha, desconocía.

Capítulo 3

Lléveme a ver a su jefe", dijo el hombre con calma, en un tono carente de pánico, como si sólo pidiera una taza de café.

Alaric Winters, sin embargo, sintió el peso de la situación. El hombre que tenía delante probablemente pertenecía a la tristemente célebre Legión Libre. Definitivamente, el jefe que dirigía este mercado no era un alma bondadosa. Atrapado entre el peligro por delante y por detrás, Alaric sintió que las paredes se cerraban.

Apretó sus finos labios, sin apenas darse cuenta de la ansiedad que se desparramaba a su alrededor, saturando el aire con el sutil aroma de la flor de lirio.

El enmascarado debió de notar la tensión de Alaric. Se puso en pie, proyectando una sombra imponente sobre el hombre más pequeño.

¿Hay algún problema?", preguntó en voz baja y amenazadora.

En ese momento, el auricular de Alaric se activó. Tráelo aquí, maldita sea. ¿Estás sordo?

Los camareros de alrededor parecieron recibir órdenes y giraron la cabeza en dirección a Alaric.

Momentos antes de que la desesperación se apoderara de ellos, estalló el caos.

En un instante, la mesa que estaba frente a él fue volteada y unas frías esposas rodearon la muñeca de Alaric, inmovilizándolo con fuerza contra la esquina de la mesa y la pared.

Se quedó inmóvil un instante antes de que el enmascarado lo empujara bruscamente y le obligara a agachar la cabeza.

Las risas y la charla que llenaban el lugar dieron paso de repente a gritos y alboroto.

Los clientes que estaban cerca entraron en acción, se despojaron de sus disfraces y mostraron insignias militares en sus hombros. Se transformaron en soldados armados y se enfrentaron violentamente a los porteros del mercado. Los camareros, aterrorizados, se apiñan y gritan en medio del caos, sintiendo la sangre que les salpica.

Alaric se asomó por detrás de la mesa volcada y enseguida se dio cuenta de que el enmascarado era un agente encubierto del Ejército Imperial.

Vio cómo el enmascarado, antes tranquilo, golpeaba la cabeza de un gorila contra la pared con una ferocidad inquietante.

El portero salió despedido hacia atrás y se estrelló contra la mesa a la que Alaric se aferraba. Se estremeció al ver la sangre que manaba de la boca del gorila; el olor metálico le produjo náuseas.

A medida que avanzaba la pelea, los porteros empezaron a flaquear.

El agente enmascarado dislocó el brazo del líder con un cruel giro. Luego se agachó para recoger una pistola láser que había caído al suelo, un arma elegante y de alta gama.

Bonito equipo", comentó, arrojando el arma a un soldado cercano, mientras se limpiaba las manos como si quisiera sacudirse la tensión del encuentro.

Sí, es sorprendente lo rápido que se ha reagrupado la Legión Libre; esos perros traidores son responsables del 80% de este desastre", maldijo el soldado, señalando a los asustados camareros apiñados en la esquina. ¿Qué hacemos con ellos, Sir Cedric?

Sir Cedric se quitó la máscara, mostrando un rostro sorprendentemente apuesto, sus rasgos afilados resaltados por su abrigo negro entallado y sus guantes de cuero manchados de sangre.

Inclinó la cabeza y sus penetrantes ojos gris plateado evaluaron la situación, posándose en el único Omega presente en la sala. Un par de ojos color ámbar brillaban bajo una cascada de cabellos dorados, observando en silencio en medio del desorden.
El chico no gritó ni lloró; simplemente se quedó quieto, con un aspecto extraordinariamente sereno a pesar de los horrores que se desarrollaban a su alrededor.

Llévenselos para interrogarlos -ordenó Sir Cedric, con voz tan fría como su mirada-.

Miró a Alaric brevemente antes de señalar a un soldado beta que estaba a su lado. Ayúdalo a levantarse y tráelo con nosotros".

Una vez que el soldado levantó a Alaric, le quitaron las esposas de la pata de la mesa. Las piernas le flaqueaban y se levantó lentamente. El soldado pareció tratarlo con más indulgencia que los camareros, tal vez debido a la identidad Omega de Alaric.

Gracias", murmuró Alaric en voz baja.

Pero mientras hablaba, un pequeño corte en el labio inferior empezó a supurar sangre y el corazón se le aceleró al punto de salírsele del pecho. Ninguna persona normal podía mantener la compostura en una escena tan brutal, y Alaric no era una excepción. Se limpió rápidamente la sangre con la mano y se mordió la palma para recuperar la concentración.

El soldado no se dio cuenta de su angustia, sino que se sonrojó ante la gratitud de Alaric y se rascó torpemente la nuca.

Mientras tanto, la aguda mirada de Sir Cedric permanecía fija en Alaric, inquietantemente firme, ni cálida ni fría, pero intensamente cautivadora.

Alaric rezó en silencio por una intervención divina que lo protegiera del escrutinio de aquellos ojos penetrantes.

Tal vez su plegaria fue escuchada, porque, de repente, el comunicador de muñeca de Sir Cedric empezó a vibrar.

Cedric dirigió su atención hacia él, respondiendo a la llamada. Una imagen holográfica se proyectó ante él, mostrando a un anciano vestido con ropas meticulosamente confeccionadas, comenzando una letanía familiar.

'Mi querido Sir Cedric, hace ya tres días que se ausentó de Ciudad Capital. Los emisarios de la Casa Lemont lo han estado esperando con el contrato matrimonial. ¡Si no regresas pronto, asaltarán el palacio! Tener un Omega a tu lado es una bendición; realmente necesitas este matrimonio'.

Alaric no pudo oír toda la conversación, pero captó la respuesta inexpresiva de Cedric.

No, Sr. Mayordomo.

Los ojos de Cedric volvieron a encontrarse con los de Alaric y añadió con solemnidad: "Soy plenamente consciente de que no necesito un Omega".

Capítulo 4

Tras un devastador accidente de coche, Alaric Winters se aferró a la vida mientras sus padres morían trágicamente, dejando tras de sí una inmensa fortuna de la que la familia de su primo maquinaba apoderarse. El destino del legado de los Winters había cambiado radicalmente.

Desde pequeño, Alaric fue frágil y sorprendentemente delicado, lo que le valió el apodo de "el frágil frasco de medicinas" entre sus compañeros, que se burlaban de él por haber nacido con un defecto cardíaco congénito. Ahora, con un oído casi sordo, le llamaban "el sordo vulnerable", y tras saldar una montaña de deudas, apenas podía permitirse los medicamentos importados que necesitaba desesperadamente.

Mientras otros se regocijaban en su desgracia, Evelyn Bright se convirtió en su inesperada aliada, declarando su intención de casarse con él.

Alaric se casó con Evelyn, la misma persona que había rechazado los intentos de unión de su familia.

Hace tres meses, se habría percibido como una alianza estratégica; ahora, parecía más bien una obra de caridad.

Alaric se preguntaba por el repentino cambio de opinión de Evelyn. ¿Era su riqueza lo que deseaba? Los bienes que le quedaban -una villa en ruinas- apenas alcanzaban el valor de uno de sus vehículos.

¿Era a él a quien quería? Después de mudarse a casa de Evelyn, se sintió más invisible que nunca, ya que ella revoloteaba a su alrededor, prestándole poca atención.

Sin embargo, Evelyn se aseguró de que recibiera sólo los tratamientos más eficaces y oportunidades de estudiar en prestigiosas universidades.

Un día, mientras se probaba un traje de baile en la soledad de su hogar, Alaric se vio interrumpido por Evelyn. Al día siguiente, su armario estaba lleno de una impresionante variedad de vestidos.

En una de las reuniones familiares de Evelyn, se editó y difundió maliciosamente un vídeo de Alaric bailando vestido de mujer, lo que espoleó los rumores. Con el ceño fruncido, Evelyn exigió que cesaran todas las celebraciones; su familia, demasiado temerosa para hablar, esperaba su decisión.

Aquella noche fue tumultuosa, ya que aislaron a los culpables y los dejaron para que pidieran perdón a Alaric, temblando mientras se aferraban a sus piernas.

Todos los ojos se volvieron hacia Evelyn mientras contemplaba su respuesta, pero ella miró a Alaric, esperando pacientemente sus palabras.

Cuando Evelyn tenía catorce años, había cuidado de un pequeño cisne, elegantemente vestido con un atuendo de bailarina, una hermosa criatura que la miraba con ojos anhelantes, llamándola "hermana".

Evelyn recordaba vívidamente la primera vez que arrulló a Alaric para que se durmiera; él se despertó llorando, habiendo soñado que se habían perdido el uno al otro en una tormenta de nieve. Un año después, en otro día nevado, lo devolvió a casa y lo encontró acurrucado contra su hombro, mojándole la manga con sus lágrimas.

Con cada nevada invernal, los recuerdos de Alaric inundaban la mente de Evelyn.

El día después de su apresurada boda

La "Nave de Plata", propulsada por basalto blanco, era uno de los activos más preciados del Imperio, en particular la Nave Artemisa, que albergaba una cámara de interrogatorios especialmente diseñada para bloquear las interferencias de feromonas.

Los delincuentes Beta ordinarios carecían normalmente de sensibilidad a las feromonas, lo que hacía innecesario el uso de la cámara. La presencia de Alaric aquí lo marcaba como un individuo de gran interés.
Se sentó tranquilamente en la silla rígida, lanzando una mirada tranquila al interrogador Pritchard, que parecía aún más pequeño y pálido que en el bullicioso Mercado momentos antes.

"¿Género?", preguntó el interrogador alfa desde detrás de la barrera.

"Omega", respondió Alaric con voz firme.

"¿Edad?"

"Diecinueve".

Mientras el interrogador estudiaba detenidamente el expediente recién adquirido, la identidad de Alaric era en gran medida un misterio. Los informes del Mercado en el que había trabajado no revelaban nada concluyente, ya que recientemente había sido obligado a entrar en servicio, lo que le dejaba sin nombre y sin poder.

"¿Su nombre?"

"Me hago llamar Jojo", respondió Alaric, consciente del escepticismo en el ceño del interrogador.

El agente frunció el ceño, claramente poco convencido por la sencillez de su nombre. "¿Cuáles son los dos caracteres?"

Alaric notó la duda en los ojos de Pritchard y ofreció una explicación: "Crecí en Refugio del Exilio y así me llamaba todo el mundo. No importa cuáles sean los dos personajes".

Su tono siguió siendo suave pero asertivo, sin vacilaciones ni fabulaciones.

En realidad, Alaric estaba lejos de ser un vagabundo de Refugio del Exilio; su padre era el duque Raymond Lemont, miembro de una de las tres familias nobles más estimadas del Imperio. Si lo descubrían, sería arrastrado de vuelta a Ciudad Capital y restituido a la Casa de Lemont.

Alaric decidió arriesgarse. La curiosidad del interrogador se despertó cuando escuchó las palabras "Refugio del exiliado": "¿Cómo sobrevivió un Omega en un lugar así?".

Lentamente, Alaric se subió las mangas de la camisa de trabajo, dejando al descubierto sus brazos llenos de cicatrices, estropeados por los moratones y las costras. Estas heridas eran el resultado del reciente accidente aéreo y de las agresiones ocasionales de los clientes del Mercado, pero ahora le servían bien para su propósito.

El silencio se apoderó de la sala y su contención fue más elocuente que las palabras.

Justo cuando se disponía a desabrocharse la camisa para mostrar los hematomas abdominales, el interrogador le detuvo. "No será necesario".

Un Omega atractivo que lograba sobrevivir en semejante caos era plausible; siempre había quien encontraba razones para mantenerlo con vida.

La actitud del interrogador pasó de un frío escrutinio a un destello de compasión: los alfas poderosos a menudo sentían un impulso visceral de proteger a los omegas delicados.

Décadas atrás, una rebelión causada por un gobierno independiente provocó la dislocación de los ciudadanos de Ciudad Capital. Los que huyeron lucharon por sobrevivir en galaxias remotas, etiquetándolas como "Refugio del Exilio".

En ese lugar, la identidad dejó de existir, y los supervivientes a menudo dependían de la mera suerte. Un Omega que navegara por ese mundo estaría demasiado familiarizado con el trauma.

El interrogador suspiró, pero la puerta se abrió de golpe.

Al ver quién entraba, el interrogador se puso firme, pero el comandante Cedric Hawthorne le hizo un gesto para que continuara, sin querer interrumpir el proceso.

La presencia de Cedric aquí era inesperada; Alaric no era más que una pequeña pieza en el gran esquema de los negocios clandestinos. No había necesidad de que el comandante de alto rango del distrito militar del Imperio dirigiera personalmente la investigación.
Acabando de escapar de la implacable reprimenda de su anciano mayordomo, Cedric buscó refugio de sus exigencias para volver a las discusiones matrimoniales, sólo para encontrar esa puerta abierta de par en par.

Capítulo 5

Cuando la grabadora terminó de relatar el reciente interrogatorio, Sir Cedric Hawthorne preguntó: "¿Hemos comparado esto con la base de datos de reconocimiento facial?".

Su subordinado respondió respetuosamente: "Sí, señor. Lo hemos cotejado, pero los resultados finales siguen arrojando más de cincuenta posibles coincidencias. No podemos estar seguros".

En el actual clima de grave desequilibrio superpoblacional, el número total de Alfas y Omegas en El Imperio apenas equivale a un tercio de los Betas, siendo los Omegas tan raros como los diamantes.

Sin embargo, tras la escaramuza de hace años, las calles rebosaban de ciudadanos indocumentados. Investigar la identidad de una persona que aparentemente apareció de la nada no era tarea sencilla.

Sir Cedric asintió, permaneciendo en silencio.

Observó con aire distante, como si no tuviera intención de interferir. Sin embargo, cuando el interrogatorio llegaba a su fin, se le escapó una leve risita.

"¿Qué crees? ¿Cuánto hay de verdad en su historia y cuánto de mentira?". Aunque lo formuló como una pregunta, su tono era más autoritario.

Sorprendido por su repentina pregunta, el interrogador vaciló y luego respondió: "Alto General, no creo que esté mintiendo".

Sir Cedric no hizo ningún comentario sobre la respuesta, pero ordenó: "Prepare un botiquín".

"Sí, señor".

Al otro lado de la cúpula de cuarentena, Alaric Winters no podía ver lo que ocurría en la sala de interrogatorios. Mientras esperaba a que se reanudaran las preguntas, tragó saliva con fuerza y exhaló lentamente.

Tal vez podría hacer un farol para salir de esta.

Pero al momento siguiente, la cúpula se abrió. Alaric levantó la vista y se encontró con la mirada penetrante de la persona que menos quería ver.

Sir Cedric se había puesto un uniforme militar plateado y negro, con charreteras doradas brillando en el pecho y un estrecho cinturón de cuero que ceñía su ceñida cintura, dándole un aspecto aún más frío.

Se trataba de un alfa extraordinario, distinguido por su aspecto, su rango y un aura afilada y dominante. Sin duda, ocupaba el puesto más alto a bordo de la Nave Plateada.

El hombre colocó el botiquín sobre el escritorio frente a Alaric, se puso metódicamente los guantes médicos y levantó la mano hacia la cara de Alaric. Instintivamente, Alaric retrocedió, evitando el contacto.

"Te pondré un dispositivo de escucha el resto de tu vida", dijo Sir Cedric con frialdad.

El corazón de Alaric se aceleró; ¿cómo lo sabía?

De mala gana, Alaric no volvió a moverse. No estaba seguro de dónde provenía la abrumadora amabilidad de este general alfa, sin embargo, se preparó para que sus heridas fueran tratadas personalmente.

La reciente perforación de la oreja seguía palpitando dolorosamente, y cuando el antiséptico hizo contacto, una aguda agonía se disparó a través de él. Se mordió el labio inferior, ya pálido, y exhaló un suave suspiro de dolor.

Pero las siguientes palabras de Sir Cedric dejaron a Alaric completamente aturdido.

"Eres muy listo", dijo Sir Cedric, sacando una jeringuilla del botiquín y mirando a Alaric. "Intentaste extraer de Refugio del Exilio, un lugar sin orígenes verificables".

Apretó la jeringuilla, expulsando el aire de la cámara mientras el líquido empezaba a brillar. "Pero lamentablemente, no fuiste lo suficientemente cuidadoso. En el Mercado, te esforzaste mucho, esperando que tu actuación me convenciera de que eras de Exile's Haven".
Alaric miraba fijamente la aguja, con las cejas fruncidas y la frente húmeda de sudor. Inmovilizado en la silla, se sentía totalmente impotente, a merced de aquel hombre.

La mano helada de Sir Cedric aferró el antebrazo de Alaric mientras la aguja le atravesaba la piel. "Pero la zona de detención tenía cámaras. Debe haber sido agotador para ti mantener la compostura hasta entonces".

La sustancia que fluía por las venas de Alaric era una solución de grado militar, que reponía rápidamente la humedad y los nutrientes que había perdido, síntomas de su evidente deshidratación por los vómitos.

Sir Cedric hablaba en un tono desprovisto de culpa, pero cada palabra helaba a Alaric hasta los huesos. Tal vez fue la severidad del hombre lo que se apoderó de Alaric, reflejando el aroma de sus feromonas.

En el reducido espacio, Alaric percibió el inconfundible aroma del hombre que tenía delante: penetrante y frío, con un toque de pólvora que evocaba las cenicientas secuelas de los disparos.

No es que Sir Cedric lo pretendiera, pero dominaba el control de las feromonas a la perfección. Desgraciadamente, su nivel de feromonas era tan alto que, incluso esforzándose por contenerlo, no podía mitigarlo por completo.

Alaric desvió la mirada, dejando de mirarle. Pero una vez terminada la inyección, sintió que surgía en su interior una oleada de desafío contra el distante general.

"¿Aún no estás listo para hablar?" Sir Cedric se deshizo de la jeringuilla y le miró. "¿De dónde eres y qué haces aquí?".

Alaric sintió una sensación de asfixia, la atmósfera a su alrededor se calentaba. Sentía como si fuera a incendiarse allí mismo, sus refinados rasgos se enfriaban mientras sus ojos ambarinos se endurecían.

Sus puños temblaban contra el escritorio mientras balbuceaba: "He venido a buscar a la persona que me importa. Es un Alfa como tú".

Levantó la mirada y se encontró con la de Sir Cedric. "Pero es mucho más educado y simpático que tú".

Sir Cedric estaba de pie en el pasillo, alto y rígido, con una expresión que era una mezcla ilegible de emociones.

Casi había provocado a un extraño Omega en un ciclo de calor, dejándolo a él mismo perplejo.

"Le aseguro que mis feromonas no están goteando. No sé por qué iba a afectarle a esta distancia", dijo Sir Cedric sombríamente.

Su mayordomo, Sigurd Morningsong, estaba de pie frente a él, exudando un aura de exasperación. "Mi querido General, creo que lleva demasiado tiempo encerrado en el Cuartel. Es evidente que no sabe cómo relacionarse con los gentiles omegas. Deberías considerar tomar un curso en la Orden del Omega".

Con una sonrisa cómplice, el mayordomo aconsejó: "Tu nivel de feromonas es tan elevado que, incluso sin liberación activa, esta proximidad puede ser abrumadora para un Omega."

Sir Cedric hizo una pausa, asimilando el comentario, antes de responder sinceramente: "Lo siento".

"No", respondió Sigurd con una sonrisa, "no hace falta que me pidas disculpas. Y menos ahora, que estás al borde de tu primer periodo de celo posadulto. Tu producción de feromonas va a ser más agresiva, y deberías completar tus preparativos matrimoniales lo antes posible".

Sigurd tenía el don de desviar las conversaciones hacia ese tema.
Sir Cedric se frotó las sienes, aparentando cansancio, mientras contemplaba las implicaciones de su situación.

Hay capítulos limitados para incluir aquí, haz clic en el botón de abajo para seguir leyendo "Atados por secretos y sombras"

(Saltará automáticamente al libro cuando abras la aplicación).

❤️Haz clic para descubrir más contenido emocionante❤️



👉Haz clic para descubrir más contenido emocionante👈