Amor en las páginas del destino

Capítulo 1

Eleanor Wainwright siempre había sido una romántica empedernida, pero últimamente sus sueños se habían hecho añicos al sumergirse en una novela especialmente melodramática que le había recomendado una amiga. La historia giraba en torno a lord Reginald Blackwood, un noble encantador pero despiadado, y lady Genevieve Fairchild, la paloma blanca de la sociedad, el ángel por excelencia. Tras una imprudente noche juntos, se vieron envueltos en un embarazo imprevisto.

En un retorcido giro del destino, Lord Reginald, para demostrar su lealtad a Lady Genevieve, decidió atormentar a la protagonista de la historia durante su embarazo. Rechazó sus náuseas matutinas y la reprendió por sus hábitos alimenticios "quisquillosos". Cuando Lady Genevieve necesitó urgentemente un trasplante de médula ósea, Reginald presionó con frialdad a la protagonista para que donara, lo que casi le costó la vida. Después de todo, se casó con Lady Genevieve, dejando a la luchadora futura madre y a su débil hijo, Jasper, tirados a un lado sin un solo céntimo para su manutención.

La ira de Eleanor hervía al pasar las páginas, deseando poder atravesar el libro y abofetear a lord Reginald por su insensibilidad. Pero en un giro inesperado, se vio transportada al interior de la historia, justo en la noche de la fatídica cita. Con los dos personajes bajo los efectos de alguna sustancia, parecía un desastre a punto de ocurrir.

En lugar de dejar que la historia se repitiera, rechazó a Lord Reginald y tomó la impulsiva decisión de entregarse a Jasper el Escudero, un personaje que sabía destinado al desengaño.

Dos meses más tarde, con una prueba de embarazo positiva en la mano, Eleanor se enfrentó de repente a la cruda realidad de su situación. Reflexionando sobre la supuestamente sombría vida de Jasper en el libro, respiró hondo y se transformó en una vlogger culinaria, volcando toda su energía en ganar dinero para su hijo.

El día del nacimiento de su bebé, se produjo un giro inesperado: Lord Reginald se declaró en bancarrota. La otrora pura y delicada Lady Genevieve no vio en Reginald más que una carga y se deshizo de él como si fuera basura. Al parecer, el cruel noble comprendió por fin el peso de sus errores cuando llegó a la puerta de Eleanor con la escasa "pensión de separación" que le había dado lady Genevieve.

Aunque tengas un hijo fuera del matrimonio, no me importa... volvamos a estar juntos', suplicó lord Reginald, con la desesperación escrita en el rostro.

Eleanor se limitó a burlarse y le tendió despreocupadamente una pila de contratos: los títulos de propiedad que Reginald había entregado a sus acreedores tras su caída en desgracia. ¿Te resulta familiar? Lo siento, pero es el regalito que le ha hecho mi hijo a su padre -mira la tabla de donaciones durante mis retransmisiones-. Esos son los regalos de Jasper'.

**---

**Las Crónicas de Jasper

Érase una vez...

Eleanor Wainwright siempre había pensado que Jasper el Escudero estaba condenado a una vida de miseria. ¿Cómo voy a cuidar de este pequeño?", se preguntaba en voz alta.

Más tarde...
Jasper el Escudero: "Anhelo el amor, pero soy débil y lamentable.

Pero Jasper estaba actuando.

Tanto si se trataba de la inmaculada belleza de Susana como del carácter supuestamente lamentable de Jasper el Terrateniente (en realidad, no), el contraste era marcado.

**Advertencia:**

1. Esta historia original puede pecar de melodrama y tiene su buena dosis de clichés.

2. 2. El autor ha experimentado aquí con arcos emocionales, así que ten paciencia con las peculiaridades: son sinceras, aunque no estén pulidas.

**Etiquetas principales:** Embarazo, Crianza, Reescribir la vida, Livestreaming

**Palabras clave de búsqueda:** Protagonista: Eleanor Wainwright, Elena Starcrest; Personajes secundarios: Lord Reginald Blackwood, Lady Genevieve Fairchild, Jasper el Terrateniente.

**Resumen de una línea:** El aparentemente lamentable Jasper el Escudero resulta ser un poderoso oculto.

**Tema:** Subiendo la escalera de la vida.

**Comentario general

En un giro tremendamente creativo, Eleanor Wainwright se mete en el papel de una protagonista entrañable pero frustrante. Tras descartar al inescrupuloso Lord Reginald Blackwood, desarrolla inesperadamente un vínculo con el personaje descartado, Jasper el Escudero. Lo que comienza como una simple aventura de una noche se convierte en una relación que cambiará su vida cuando Eleanor descubre que está embarazada de Jasper. Decidida a forjarse un futuro mejor, recurre a sus habilidades ocultas como serpentina de cocina, con lo que consigue atención y apoyo para su pequeña familia. Para su sorpresa, el Jasper débil y desvalido que creía conocer podría ser algo muy diferente y mucho más impactante que su representación original.



Capítulo 2

La recepción de la boda de Lord Alexander Astor estaba en su apogeo. Los invitados, aturdidos, se entretenían entre risas y el tintineo de las copas mientras el Dr. Edmund Rookwood animaba la sala contando historias. Mientras tanto, algunas personas demasiado ebrias se apoyaban en el posadero para descansar.

Elegantes melodías corrían por el pasillo de la mansión cuando, de repente, un fuerte estruendo resonó al abrirse una puerta con fuerza. Un joven apareció dando tumbos.

Llevaba el pelo alborotado, la cara enrojecida con un tono antinatural y luchaba por recuperar el aliento. Su camisa apenas se sujetaba con dos botones y el broche delantero del cinturón había sido arrancado violentamente, colgando suelto alrededor de su cintura. Se balanceaba sobre piernas inestables, como si fuera a desplomarse en cualquier momento.

Maldita sea...

Dio un tímido paso adelante, pero se apoyó en la pared, luchando contra una oleada de vértigo que amenazaba con abrumarle.

Justo antes, había estado leyendo en su teléfono una popular novela titulada "El amante del tirano", que muchos consideraban el gran éxito del año. Pero, a los pocos capítulos, se quedó atónito: ¿qué era todo aquello? Resultó ser una absurda historia de embarazo masculino y melodrama que le dejó totalmente consternado.

La protagonista compartía su nombre: Eleanor Wainwright. En la novela, Eleanor había sido acogida por el tristemente célebre lord Reginald Blackwood, que le había acosado durante toda su adolescencia. Sin embargo, bastó un trozo de chocolate de Reginald para que Eleanor lo olvidara todo y se encaprichara del mismo monstruo que le había atormentado.

Reginald Blackwood tenía una amada -Lady Genevieve Fairchild-, pero Lady Genevieve estaba casada con otro. Frustrado por el giro de los acontecimientos, Reginald se emborrachó sin remedio durante su boda, lo que condujo a la abominable violación de Eleanor, quien -por algún giro del destino- resultó estar embarazada después debido a su noche salvaje.

Presionado por su abuelo, Reginald se casó con Eleanor alegando que ella le había seducido. Durante el embarazo, sometió a Eleanor a tormentos que estuvieron a punto de provocarle varios abortos. Cuando nació su hijo, las cosas empeoraron; Reginald le obligó a someterse a una donación de médula ósea para Lady Genevieve, lo que acabó por echarle a él y a su hijo Jasper de su casa.

En una época dominada por los relatos azucarados y con final feliz, esta historia supuso una audaz provocación para los lectores, que siguieron leyendo con la esperanza de ver cómo Reginald obtenía su merecido, saboreando cada momento en que podían mofarse de él. Pero entonces llegó la última actualización, asestando un golpe demoledor.

-La protagonista, ahora madre soltera con su hijo, no se había hecho rica ni había buscado consuelo con un personaje más amable. En cambio, Eleanor se revolcaba en la autocompasión, recordando la inexistente ternura de Reginald. Para empeorar las cosas, tras el accidente de coche de Reginald que le causó graves lesiones, Eleanor donó desinteresadamente para salvarle.

El capítulo concluía con los dos cogidos de la mano dentro del quirófano, reacios a soltarse...
Cuando se publicó ese nuevo capítulo, los lectores estallaron en indignación y estuvieron a punto de calificar "El amante del tirano" como la peor novela de la historia de la literatura.

¿Lo más sorprendente? Eleanor Wainwright, que compartía el nombre del protagonista, se enfureció lo suficiente como para verter sus pensamientos en un largo ensayo, sólo para encontrarse con una explosión de notificaciones al encenderse su teléfono. Antes de que se diera cuenta, se había visto absorbido por esta ridícula trama y se había convertido en el protagonista, coincidiendo su entrada con la boda de Lady Genevieve Fairchild.



Capítulo 3

A Lord Reginald Blackwood le dolía el corazón al ver a Lady Genevieve Fairchild flirtear con otro hombre. Profundamente dolido, recurrió a ahogar sus penas en alcohol durante el banquete. Su amiga, la doctora Eleanor Wainwright, permaneció a su lado, emparejándolo trago a trago, hasta que estuvo demasiado intoxicado para mantenerse erguido. Ella le llevó a descansar a una habitación de hotel libre.

Sin que ellos lo supieran, el alcohol había sido adulterado con algo que encendió una pasión incontrolable en ambos.

Cuando Eleanor entró en la habitación, una oleada de calor desconocido la invadió. Antes de que pudiera procesar la situación, Reginald, apestando a licor, la empujó sobre la cama y le arrancó la ropa con avidez.

Mirándole a los ojos brumosos, la mente de Eleanor registró al instante un nombre: Sir Percival Quinton.

El apuesto lord, incluso con los ojos inyectados en sangre y la respiración agitada, era imponente. Pero cuando se inclinó hacia él, murmurando el nombre de lady Genevieve, Eleanor sintió que un escalofrío de terror le recorría la espina dorsal. Sin pensarlo, le dio una patada.

"¡Suéltame!", gritó, aunque su voz se convirtió en un susurro sensual que delataba su angustia.

Percival pareció recobrar un momento de lucidez y su mirada parpadeó al darse cuenta de quién tenía debajo. Sin embargo, el reconocimiento se desvaneció rápidamente, sustituido por una sonrisa de satisfacción mientras se inclinaba más cerca, más brusco que antes. Al parecer, ya no le importaba, al darse cuenta de que no era su querida Genevieve.

Maldito seas', maldijo Eleanor en voz baja.

La crudeza del momento era abrumadora y había provocado un cambio en la vida de ambos, un giro crucial en su relación. La idea de que Percival la utilizara con el pretexto de "protegerla" le producía escalofríos.

Eleanor intentó resistirse y luchar, pero los efectos de la potente mezcla la invadieron, debilitándola y haciéndola vulnerable a la fuerza de Percival.

Él le arrancó el cinturón, preparándose para llevar las cosas a un nivel que ella no podía comprender.

El pánico se apoderó de Eleanor y, mientras buscaba a tientas algo -lo que fuera- a su alcance, sus manos rozaron algo frío y duro: el teléfono del Heredero Perdido.

Desesperada por sobrevivir, hizo acopio de todas sus fuerzas y golpeó el teléfono contra la nuca de Percival.

El golpe resonó en la habitación desordenada y Percival se quedó inmóvil, cayendo sobre ella sin hacer ruido.

Eleanor sabía que no podía aflojar; no tenía forma de calcular cuánto tiempo permanecería inconsciente. Las drogas fluían por su organismo y, si Jasper tenía razón acerca de sus efectos -que, en el mejor de los casos, alteraban su cordura y, en el peor, la dejaban inconsciente-, quedarse aquí era una apuesta arriesgada.

Lo empujó y luchó por levantarse de la cama, decidida a escapar.

La gran ceremonia de boda de lady Genevieve Fairchild se estaba celebrando al final del pasillo, llenando el hotel de invitados, de los que se habían reservado todas las habitaciones. Eleanor necesitaba dejar atrás aquella pesadilla y refrescarse la cabeza en una ducha fría.

Pero a cada paso que daba, crecía el fuego en su interior, un impulso insostenible que amenazaba con consumirla. Cuando llegó a la puerta, sintió como si cada gramo de disciplina se le escapara.
Se armó de valor y luchó contra el instinto de dar media vuelta y despertar a Percival, abriendo la puerta de una patada con piernas temblorosas.

Una vez en el pasillo, fue todo lo que pudo hacer para mantenerse erguida. Sentía las piernas débiles, como si se le fueran a doblar en cualquier momento, amenazando con derramar sus secretos para que el mundo los viera, mientras contenía el caos que llevaba dentro.



Capítulo 4

Eleanor Wainwright se encontraba a pocos pasos de la puerta, pero sintió que una oleada de vértigo la invadía. El sudor le corría por la cara, empapando su fina camisa, que se le pegaba al cuerpo acentuando su esbelta figura.

Sólo tres pasos más... dos pasos... un último empujón...

Mientras a Eleanor se le nublaba la vista por el sudor que le entraba en los ojos, su mano empujó finalmente la puerta para abrirla sólo un resquicio.

En un instante, un par de manos le agarraron por detrás.

Toda la energía que Eleanor había ganado con tanto esfuerzo se evaporó en unos instantes. El leve olor a alcohol mezclado con un dulce aroma a nata llegó desde la persona que estaba detrás de él, envolviéndole en calidez.

"Esta es mi habitación, milord", resonó una voz masculina, con una resonancia juvenil que era más magnética que profunda y madura. Tenía una pizca de enérgica juventud que hizo añicos los restos de racionalidad de Eleanor.

Incapaz de procesar la advertencia que contenían aquellas palabras, el cerebro de Eleanor, empañado por las drogas, sólo pudo identificar el embriagador aroma del deseo juvenil en bruto que irradiaba la persona que estaba detrás.

Al darse cuenta de que Eleanor no se resistía, el desconocido le rodeó rápidamente la cintura con un brazo, intentando hacerle retroceder.

El calor de aquel contacto hizo que a Eleanor le recorriera un escalofrío por la espalda. En un momento de confuso instinto, aferró aquella mano como si fuera un salvavidas.

"Mi señor... por favor... ayúdeme..." consiguió suplicar, con voz temblorosa.

La respuesta fue inmediata; el desconocido se sacudió sorprendido, tratando de apartarlo. Pero Leonor, sin vestir adecuadamente y desorientada, se aferró con fuerza, inclinando la mirada hacia arriba para encontrarse con los penetrantes ojos de su inesperado compañero.

"Lord Henry Smith, usted... Su ceño se frunció con desconcierto. '¿No es costumbre que usted...'

En el juego de voces y emociones masculinas y juveniles, Eleanor se sintio totalmente cautivada por el encanto desarmante que lo rodeaba, encendiendo un hambre temeraria que no podia reprimir. Con los ojos enrojecidos por un anhelo que derivaba de un instinto crudo, se lanzó hacia delante, pareciéndose a un lobo hambriento que salta ante la oportunidad de una presa fresca.

"Mi señor...", murmuró.

El otro hombre se sorprendió y, caballerosamente, retrocedió un poco. Pero Eleanor, perdido en su estado de aturdimiento, pasó instintivamente la lengua por la nuez de Adán expuesta del joven, atraído por un impulso salvaje y carnal.

"Señor...", volvió a respirar.

...

La siguiente vez que Eleanor abrió los ojos, su mente seguía confusa. Yacía sobre una mullida cama bajo una extravagante araña de cristal, el espacio a su alrededor vacío salvo por su solitaria forma acurrucada entre las arrugadas sábanas.

Parpadeó lentamente y el eco de sus recuerdos salió a la superficie. Recordaba vagamente haber entrado en un mundo de cuento... ¿y luego?

Cuando intentó incorporarse, un dolor agudo y desconocido le atravesó, amenazando con hundirle de nuevo.

En ese momento, antes de perder el conocimiento, los recuerdos se agolparon: había noqueado a Sir Percival Quinton en un ataque de pánico, intentando escapar a la habitación de al lado, cuando alguien lo había agarrado por detrás... después de eso, todo quedó en blanco.
Sin embargo, fragmentos de una extraña alegría aún permanecían en su cuerpo y en su mente, burlándose de la clase de noche loca que había sido en realidad.

Oh, Dios, pensó horrorizado, en su mundo original ni siquiera había tenido una cita, y ahora -sin saber quién era su pareja- se había encontrado enredado con alguien en esta nueva vida.



Capítulo 5

Eleanor Wainwright se agarró la cabeza dolorida, intentando desesperadamente recordar el rostro del hombre de la noche anterior. La única imagen que le vino a la mente fue la de Sir Percival Quinton, su mirada intensa, casi depredadora. ¿Podría ser... que no hubiera escapado a ese cliché después de todo? ¿Había sido abatido por Lord Reginald Blackwood?

Rápidamente desechó el pensamiento al notar lo limpio que sentía su cuerpo. Contrariamente a la descripción que Jasper había hecho de lord Blackwood como un desastre bañado en sangre, ella no estaba herida en absoluto; aparte de un dolor sordo que sentía como si la hubiera atropellado un camión, se encontraba perfectamente bien.

Echó un vistazo a la habitación y vio un traje nuevo perfectamente colgado en un rincón, claramente dejado por su compañera nocturna. Su propia ropa estaba hecha jirones, pero doblada a un lado, lo que demostraba que el hombre había sido todo un caballero después de todo.

Reprimiendo su malestar, Eleanor se puso el traje. Era al menos dos tallas más grande, un traje azul marino informal con sutiles hilos dorados entretejidos en la tela, que exhibía una calidad impecable con costuras ajustadas y detalles delicadamente estampados. Estaba claro que este traje era valioso.

Una vez vestida, se arregló frente al espejo. Fue entonces cuando realmente se dio cuenta de su aspecto. Este cuerpo se parecía al suyo en un ochenta por ciento, pero desprendía un aura mucho más seductora. Sus ojos, a menudo descritos como almendrados, brillaban con un toque rosado en las comisuras, enmarcados por largas y exuberantes pestañas. El extraño color de sus iris era un ámbar claro, lo que le confería una mirada encantadora, casi hipnótica, que parecía un canto de sirena. Aunque estaba marcada por un lunar, eso no hacía sino realzar su encanto, haciéndola parecer más apasionada y tentadora.

No era de extrañar que Jasper dijera que lord Reginald Blackwood a menudo la confundía con una intrigante; desde luego, no tenía una mirada directa.

Mientras reflexionaba, su teléfono sonó de repente en su bolsillo.

A Eleanor se le aceleró el corazón y se preparó para recibir malas noticias, pero descubrió que quien llamaba no era lord Blackwood.

Hola, ¿habla Lord Henry Smith? Una voz femenina y nítida crepitó a través del altavoz. Soy de la recepción de la mansión Astor Bay. ¿Es usted amigo de Sir Percival Quinton?

Eleanor vaciló ante el término "amigo". "¿Qué le ha pasado a Lord Quinton?", preguntó.

"Sir Henry Smith fue llevado a la Sala de Emergencias XX y necesitamos que venga inmediatamente... El tono de la recepcionista era apresurado, sin darle tiempo a procesar la situación, repitiendo la dirección antes de colgar.

Eleanor enarcó una ceja, curiosa por saber si había dejado inconsciente accidentalmente a Sir Percival la noche anterior.

Sin inmutarse por la urgencia de la llamada, se tomó su tiempo para caminar hacia la puerta, apoyando una mano en la cadera para aliviar la rigidez de la espalda. Su andar era algo torpe y, al pasar junto a un cubo de basura, tropezó ligeramente.

Cuando se estabilizó, su mirada se posó en los restos esparcidos que salían del cubo: una bolsa de plástico rota que ningún hombre desconocería.

Al menos había tenido la cortesía de protegerse, pensó, y el calor le subió por el cuello cuando los recuerdos de la noche anterior se dispararon en su mente. Su instinto le hizo apartar la mirada y acelerar el paso.
Con las prisas, no se había dado cuenta de que, a pesar del estado arrugado de la bolsa arrancada, no mostraba signos de uso, un marcado contraste con la caótica noche que habían compartido.

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