Tras el divorcio, torturé a mi ex marido con gemelos

Capítulo 1

Había llegado el día de la boda de Isabella Clark, de la alta sociedad de Avonsville, pero había una ausencia clamorosa: el novio.

Daniel Scott, el futuro novio, se encontraba en estado vegetativo desde que seis meses antes sufriera un devastador accidente de coche. Los médicos le habían dado un pronóstico sombrío, afirmando que no viviría para ver el final del año.

En un intento desesperado por asegurar la felicidad de su hijo antes de su prematuro fallecimiento, la madre de Daniel se encargó de organizarle una boda.

Los Scotts eran conocidos como una de las familias más ricas de Avonsville, pero encontrar a una mujer de la alta sociedad dispuesta a casarse con un hombre a las puertas de la muerte resultó ser una tarea imposible.

Isabella estaba sentada frente al tocador, con su esbelta figura envuelta en un vestido de novia blanco. Su elegante maquillaje acentuaba su tez de porcelana, haciéndola parecer tan delicada como una rosa roja en ciernes.

Sin embargo, tras su belleza, un destello de inquietud bailaba en sus ojos almendrados.

Cuando sólo faltaban veinte minutos para la ceremonia, Isabella pasó los dedos ansiosamente por la pantalla de su teléfono, esperando desesperadamente un mensaje de texto.

Antes de verse obligada a contraer matrimonio, Isabella tenía un novio secreto: el sobrino de Daniel, Callum Scott. Nunca habían hecho pública su relación y ahora se enfrentaban a la cruel ironía de estar unidos en matrimonio.

La noche anterior, Isabella había enviado un mensaje a Callum, con la esperanza de que pudieran escapar juntos de Avonsville y fugarse. Había estado despierta toda la noche, con el corazón palpitando de expectación, pero la respuesta nunca llegó.

No podía esperar más.

Isabella se levantó de su asiento, agarrando el teléfono con fuerza en la mano, e inventó una excusa para salir de la habitación.

Se apresuró por el pasillo, con pasos rápidos y urgentes. Al pasar por una de las habitaciones, un sonido llamó su atención y la hizo detenerse en seco.

A través de la puerta ligeramente entreabierta, Isabella oyó las risitas encantadas de su hermana, Sophia.

"Apuesto a que mi tonta hermana todavía te está esperando, Callum. Quizá deberías engatusarla un poco más. ¿Qué haremos si se arrepiente y se echa atrás de la boda?". Sophia se burló.

La voz de Callum, con un toque de arrogancia, replicó: "¿De verdad tiene elección ahora que todo está en marcha?".

A Isabella se le encogió el corazón al ver cómo Callum abrazaba a Sophia y le rozaba el cuello con sus finos labios: "Aunque intente retirarse ahora, los guardias la escoltarán a la fuerza hasta el altar". La risa siniestra de Sophia llenó la habitación, sus palabras destilaban malicia. "¡Isabella enloquecerá de rabia cuando descubra que has estado pasando todas las noches conmigo!".

Una oleada de violentos zumbidos abrumó los sentidos de Isabella, haciéndola tambalearse hacia atrás, casi perdiendo el equilibrio. Agarró con fuerza la bata y sus nudillos se pusieron blancos mientras luchaba contra las lágrimas que brotaban de sus ojos.

Desde que la empresa de su padre se vino abajo y él cayó enfermo, Isabella se había convertido en un peón en el malvado juego de su madrastra. Madeline Clark, impulsada por la codicia, obligó a Isabella a casarse con la familia Scott, disfrazando sus motivos como un beneficio para la familia Clark. Pero Isabella no lo sabía; ¡ésta era la cruel manera que tenía Madeline de deshacerse de ella!Para colmo, su novio, que le profesaba su amor, la había traicionado de la forma más inesperada. Callum la había instado a seguir adelante con la boda, prometiéndole que se casaría con ella cuando Daniel muriera. Pero todo era una red de engaños.

Con los sueños rotos, Isabella se esforzó por recuperar el aliento en medio de la creciente cacofonía de la habitación. Apretó los puños y su mirada se volvió gélida.

Durante años, había soportado el tormento infligido por su madrastra y su hermanastra, todo por el bien de su padre. Había sufrido innumerables injusticias en nombre de la lealtad familiar. Maldijo su propia ingenuidad y credulidad.

Se acabó. Ya no se dejaría engañar. Reclamaría todo lo que le pertenecía por derecho.

La ceremonia comenzó poco después, con los suaves acordes de una música romántica que llenaba el ambiente mientras Isabella, vestida con su traje de novia y un ramo de flores en la mano, se dirigía al altar. Ignorando las miradas perplejas de la multitud, pronunció sus propios votos y deslizó el anillo de boda en su propio dedo.

Fue recibida con confusión y desconcierto, pero Isabella no les hizo caso. A partir de ese momento, era la Sra. Scott, intocable e inflexible.

Sin embargo, poco sabía su nuevo marido que sus días de reinado sobre Avonsville estaban contados.

...

Esa noche, Isabella fue acompañada a la opulenta mansión de Daniel. Situada en el corazón del distrito acomodado de la ciudad, la mansión ostentaba un precio de más de 150 millones de dólares. Antes de que Isabella pudiera comprender toda su grandeza, la Sra. Griffin la condujo al dormitorio principal y, cuando su mirada recorrió la habitación, quedó instantáneamente cautivada por la figura que yacía en la gran cama. Se acercó con pasos medidos, con los ojos fijos en su rostro.

Daniel poseía un semblante llamativo, sus rasgos cincelados destacaban en medio de un aire de realeza. A pesar de su tez antinaturalmente pálida por estar confinado en casa, su apuesto rostro ejercía un atractivo irresistible.

De no haber sido por su enfermedad, Isabella nunca se habría encontrado unida a él en matrimonio.

Antes de que el accidente de coche lo postrara en cama, Daniel había sido una presencia formidable en el país de Aryadelle. Como jefe del Grupo Sterling, una de las empresas más importantes del país, su poder e influencia eran legendarios.

Los rumores sobre su carácter despiadado y tiránico resonaban en los pasillos del mundo de los negocios, y sus actividades legales se entrelazaban con los oscuros negocios del hampa. Cruzarse en su camino significaba pagar un precio muy alto, una lección aprendida por muchas almas desafortunadas.

Isabella nunca había imaginado que se casaría con un hombre como Daniel.

Perdida en sus pensamientos, el crujido de la puerta de la habitación interrumpió su ensoñación.

Era Callum.

"Isabella, te pido disculpas. He estado ocupado todo el día y sólo ahora he podido visitarte", dijo Callum con fingida sinceridad mientras se acercaba a ella.

"Ahora soy la mujer de tu tío", replicó Isabella con frialdad. "¿Tengo que enseñarte cómo dirigirte a mí?".Comprendiendo la rabia que había detrás de sus palabras, Callum insistió, con la voz llena de expectación. "Sé que estás enfadada. No me escapé contigo porque no quisiera que pasaras penurias. El tío Daniel está prácticamente en su lecho de muerte, y no tendrás que mover un dedo mientras estés casada con él. Una vez que se haya ido, conseguiré un abogado experto para asegurarme de que heredes todo lo que posee".

Las manos de Callum buscaron ansiosamente las de Isabella, sus ojos brillaban de codicia. "Cuando llegue ese día, lo tendremos todo".

Una oleada de repulsión recorrió a Isabella al recordar la escena que había presenciado antes entre Callum y Sophia. Le soltó las manos con fuerza.

"¡Suéltame!", exclamó, con una nueva intensidad en la voz.

Su arrebato pilló a Callum desprevenido. ¿Era la misma Isabella que él conocía?

Isabella siempre había sido gentil y amable, nunca le había levantado la voz.

¿Había descubierto algo?

La culpabilidad de Callum se filtró en su conciencia y se acercó a Isabella con la esperanza de explicarse.

Pero al instante siguiente, su mirada se desvió más allá de la figura de Isabella. Sus ojos se abrieron con incredulidad, como si presenciara una aparición fantasmal.

"Él... Él..." Callum tartamudeó.

Daniel, que yacía inmóvil en la cama, empezó a abrir los ojos lentamente.


Capítulo 2

Bajo el resplandor de la araña de cristal, los ojos de Daniel, negros como la obsidiana, tenían una profundidad cautivadora y peligrosa a la vez. Era una mirada que producía escalofríos, una mirada que Callum no podía soportar. Se le fue el color de la cara y retrocedió unos pasos.

"¿Daniel está despierto? ¿No se suponía que estaba en su lecho de muerte?" balbuceó Callum, con el miedo inundándole como un maremoto. Incapaz de contener su propio terror, Isabella dio instintivamente un paso atrás, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho, mientras se dirigía hacia la seguridad de las escaleras.

"¡Señora Griffin! Daniel está despierto. Ha abierto los ojos". gritó Isabella, con la voz temblorosa por una mezcla de excitación y miedo.

Al oír la voz urgente de Isabella, la señora Griffin se apresuró a subir las escaleras y sus pasos resonaron en el gran vestíbulo. "El señorito Daniel abre los ojos todos los días, señora, pero eso no significa que esté despierto", explicó la señora Griffin, con la voz teñida de cansancio. "Mire, ahora mismo no responde a nada de lo que le decimos". Suspiró, con los hombros caídos. "Los médicos dicen que hay muy pocas probabilidades de que alguien en estado vegetativo despierte".

Isabella no pudo deshacerse de la inquietud que la embargaba cuando la señora Griffin salió de la habitación. Se sentó rígidamente junto a Daniel, con los ojos fijos en sus llamativos rasgos. Con mano vacilante, extendió la mano y la agitó frente a sus ojos que no respondían.

"¿Qué tienes en mente, Daniel?", susurró en voz baja, esperando el más mínimo atisbo de reconocimiento. Pero no hubo respuesta, sólo silencio.

Una repentina punzada de tristeza invadió a Isabella. Su propio sufrimiento parecía insignificante comparado con el de Daniel. "Espero que despiertes pronto, Daniel", murmuró, con una voz llena de auténtica preocupación. "Si esa escoria de Callum pone sus frías y sucias manos en todo tu dinero, no podrás descansar en paz".

Daniel cerró los ojos lentamente, como si se retirara a las profundidades de su propio subconsciente.

***

A la mañana siguiente, al filo de las ocho, la señora Griffin guió a Isabella a través de las grandes puertas de la vieja mansión, conduciéndola a la presencia de la madre de Daniel, Bellamy Scott. En el salón bullía la familia Scott al completo, cada miembro esperando con el aliento contenido cualquier noticia.

Isabella saludó con elegancia y sirvió el té a cada miembro de la familia, con movimientos precisos pero llenos de una suave calidez. La habitación estaba llena de expectación, un aire de preocupación pesaba sobre todos ellos. Las mejillas de Isabella se tiñeron de rosa mientras se armaba de valor para responder. "He dormido bastante bien, gracias", dijo, con un deje de nerviosismo en la voz.

Los ojos de Bellamy brillaron de satisfacción mientras cogía una caja de regalo morada, elegantemente adornada con una cinta de raso. "Tengo algo para ti, Isabella", anunció, con una voz rebosante de expectación. Con una delicada floritura, abrió la caja e hizo entrega a Isabella de una pulsera. "Te quedará perfecto con tu tono de piel. ¿Te gusta?"A Isabella se le encogió el corazón. No podía rechazar el regalo, no delante de toda la familia. "Así es. Gracias", murmuró, su gratitud teñida de una sensación de malestar.

Acercándose más, la voz de Bellamy bajó hasta convertirse en un susurro conspirativo. "Sé que las cosas han sido difíciles para ti, Isabella. El estado de Daniel le ha impedido tratarte bien. Pero hay una forma de que te beneficies de todo esto", reveló, con un brillo de astucia en los ojos. "A Daniel se le acaba el tiempo. Nunca ha tenido la oportunidad de formar su propia familia, de dejar un legado..."

El cuerpo de Isabella se puso rígido ante la insinuación de las palabras de Bellamy. ¿Un hijo? ¿Estaba sugiriendo que Isabella diera a luz al hijo de Daniel?

Antes de que Isabella pudiera ordenar sus pensamientos, Bellamy continuó, con una voz llena de determinación. "Quiero que le des un hijo a Daniel, Isabella. Que continúes su linaje", declaró, y sus palabras resonaron con fuerza en la habitación.

El silencio se apoderó del lugar, sólo roto por el latido acelerado del corazón de Isabella. Las caras de asombro de todos reflejaban su propia incredulidad.

"Madre, Daniel lleva enfermo bastante tiempo. Existe la posibilidad de que sea estéril", intervino Henry, el hermano mayor de Daniel, con voz preocupada.

Pero Bellamy se limitó a reír, con una sonrisa cómplice en los labios. "Tengo mis métodos, querido Henry. Con el inmenso patrimonio de Daniel, sería inconcebible que no tuviera un heredero. Isabella le dará ese niño, ya sea un hijo o una hija".

En un instante, todos los ojos se volvieron hacia Isabella, sus miradas cargadas de expectación y juicio. Ella sintió como si el peso del mundo hubiera recaído sobre sus hombros.


Capítulo 3

"Isabella, todavía estás estudiando, ¿no? Quedarte embarazada ahora sin duda interrumpiría tus estudios", expresó su preocupación la esposa de Henry.

Henry se apresuró a intervenir, y su acuerdo resonó en toda la habitación. "Por supuesto. Isabella es joven y ambiciosa. Dudo mucho que esté dispuesta a sacrificar su educación y dedicarse a criar un hijo en este momento de su vida."

Bellamy, siempre perspicaz, comprendía los pensamientos que pasaban por la mente de su hijo y su nuera. Precisamente por eso se mantuvo firme en su determinación de conseguir un heredero para Daniel.

Volviendo su atención a Isabella, Bellamy planteó una pregunta directa, sin pelos en la lengua. "¿Estás preparada para dar a luz al hijo de Daniel, Isabella? Debes comprender que tanto tú como el niño heredaréis todo el patrimonio de Daniel en el futuro. La respuesta de Isabella fue inmediata y decidida. "Lo haré", declaró con voz decidida. No se detendría ante nada para asegurarse de que Callum, su confabulador ex marido, no pusiera sus manos en un solo centavo del dinero duramente ganado por Daniel.

El peso del poder de la familia Scott flotaba en el aire, amenazando con aplastar su espíritu. Aunque no hubiera estado dispuesta, su influencia la habría obligado a obedecer. Pero Isabella se negó a dejarse intimidar. Lucharía con uñas y dientes para proteger lo que era suyo por derecho.

Mientras Isabella pronunciaba esas palabras, Bellamy, su leal amigo y confidente, no pudo evitar sonreír de orgullo. Sus ojos brillaban de admiración mientras la miraba, con el corazón henchido de afecto. Siempre había sabido que Isabella era diferente de las innumerables mujeres insensatas que habían caído presas del engañoso encanto de Callum.

"¡Es maravilloso!" exclamó Bellamy, incapaz de contener su alegría. "Siempre supe que eras especial, Isabella. Tu fuerza y resistencia te distinguen del resto" "¡Creían que la inminente desaparición de Eliot haría inútiles sus esfuerzos! Qué divertido". se burló Isabella, con una voz cargada de desdén.

Una vez consumido el té y devoradas las últimas migajas de pastel, Isabella se encaminó hacia la gran entrada de la vieja mansión. El sol proyectaba sus rayos dorados sobre ella mientras se preparaba para partir y regresar a su propia morada.

Pero antes de que pudiera dar un paso más, Callum apareció, bloqueando su camino. Su presencia contrastaba con la serenidad de la mañana, y su rostro estaba marcado por la preocupación y la incertidumbre.

Las cigarras continuaban su melódico coro, felizmente ajenas a la agitación que se estaba gestando en el interior de Isabella. Se le revolvió el estómago y sintió náuseas al ver la expresión preocupada de Callum.

Haciendo acopio de fuerzas, Isabella se armó de valor para hablar. "Por favor, señora Griffin, le ruego que primero se lleve los regalos a casa", suplicó, con una mezcla de desesperación y esperanza en la voz.Asegurándose de que estaban solos, Callum se armó de valor para hablar con el corazón, con la voz llena de angustia. "¡Isabella, me estás destrozando! Durante toda nuestra relación, nunca me permitiste tocarte. Pero ahora, ¡aceptas dar a luz al hijo del tío Daniel!"

En los labios de Isabella se dibujó una sonrisa socarrona mientras elegía deliberadamente sus palabras para infligir el máximo dolor. "Al darle un hijo, aseguro mi lugar en la familia. ¿Por qué no iba a hacerlo?"

La ira de Callum estalló, evidente en su agitado comportamiento. "No es una idea terrible. En lugar de eso, podrías tener a mi hijo y decir que es del tío Daniel. Seguiría llevando el apellido Scott. Aunque mi abuela se enfureciera, nunca te obligaría a interrumpir el embarazo" La mueca de desprecio en el rostro de Isabella desapareció al instante, sustituida por una expresión de preocupación. "Es bueno ser ambicioso, Callum, pero la ambición sin cerebro puede ser peligrosa", advirtió, con voz cautelosa. "He oído historias sobre la gente que rodea a Daniel. Son despiadados, esperan a que despierte. Si descubren lo de nuestro hijo... No creo que te dejen ir".

Las palabras de Isabella cayeron sobre Callum como una ola de agua helada, provocándole escalofríos. Conocía demasiado bien la crueldad de los secuaces de su tío. Mantenían un perfil bajo tras el accidente de Daniel, pero su ausencia no equivalía a su desaparición.

"¡Sólo estaba bromeando! Tanto si el niño es suyo como mío, seguirá siendo un Scott. Cuando el tío Daniel fallezca, trataré a su hijo como si fuera mío", se defendió Callum, con la desesperación evidente en su voz.

Isabella dejó escapar un suspiro antes de hablar: "El hijo de tu tío sería técnicamente tu primo".

La expresión de Callum cambió, como si acabara de tragar algo desagradable.

"No discutamos sobre esto ahora, Isabella. Podemos discutirlo cuando el tío Daniel ya no esté con nosotros".

"¿Y si nunca muere? ¿Me esperarás para siempre?" replicó Isabella.

Su pregunta dejó a Callum sin palabras, incapaz de formular una respuesta.

Observando su enmudecimiento, Isabella rió burlonamente y declaró: "Me marcho. Tu abuela ha enviado un médico a la residencia del tío Daniel para que me atienda".

...

Al regresar a la gran mansión de Daniel, Isabella fue escoltada inmediatamente al hospital por dos médicos para que le hicieran un minucioso examen médico.

Si estaba en plena ovulación, le extraerían los óvulos. Si no, le administrarían una inyección para estimular la ovulación.

"No tiene por qué preocuparse, Sra. Scott. Puede que sea un poco incómodo, pero una vez que dé a luz al hijo del señor Scott, su posición dentro de la familia Scott quedará solidificada", la tranquilizó una de las doctoras.

Isabella estaba tumbada en la cama, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho.

"¿Cuánto tardará en suceder?".


Capítulo 4

Con una pausa que llevaba el peso de la sabiduría, me miró y dijo: "Eres joven, querida, así que no dudo de que esto saldrá bien".

Como en un abrir y cerrar de ojos, el tiempo se nos fue. Y con el toque de una lluvia otoñal, los vibrantes matices del otoño descendieron sobre la pintoresca ciudad de Avonsville.

Al salir del cuarto de baño, Isabella se sentía renovada y su espíritu rejuvenecido por las aguas que habían limpiado su cuerpo.

Tomó asiento junto a la cama y sacó de su bolso la crema facial recién comprada. Ansiosa, desenroscó el tapón y masajeó delicadamente la sedosa loción sobre su piel, saboreando la sensación mientras penetraba en sus poros. "Oye, Daniel, ¿te pongo un poco de esto? El tiempo está muy seco últimamente", sugirió Isabella, acercándose al lado de Daniel con un pequeño tarro de crema en la mano.

Se sentó en el borde de la cama y extendió delicadamente la crema por la cara de Daniel, deslizando suavemente los dedos sobre su piel. Al hacerlo, los ojos de Daniel se abrieron de repente, revelando un fascinante tono ámbar oscuro. Brillaban como piedras preciosas, cautivando a Isabella al instante.

La intensidad de su mirada la cogió desprevenida, haciendo que se le entretuviera la respiración. Era como si sus ojos contuvieran un secreto, algo poderoso y seductor que despertó un torbellino de emociones en su interior. Isabella sintió que su corazón se aceleraba y que sus pensamientos se volvían confusos al verse totalmente cautivada por la enigmática profundidad de la mirada de Daniel. Sin embargo, no importaba cuántas veces hubiera visto esta rutina, nunca dejaba de sobresaltarla. Hoy no era una excepción.

"¿Estoy frotando demasiado fuerte?" preguntó Isabella, con voz preocupada, mientras seguía masajeándole suavemente la cara. "¡No estoy usando tanta presión, sin embargo!"

Mientras sus manos se movían por su piel, su mente empezó a divagar, y se encontró perdida en una corriente de pensamientos murmurados: "Encontré un artículo en Internet que sugería que tu falta de novia podía atribuirse a tu físico...". Pero no creo que seas tan poco atractivo. Tus brazos son fuertes... y esas piernas musculosas tuyas...".

Una vez que terminó de aplicar la crema, Isabella golpeó ligeramente con sus manos los brazos y las piernas de Daniel. Su tacto era suave, no lo suficiente como para provocar una respuesta inmediata.

Sin embargo, la reacción de Daniel la cogió desprevenida, haciendo que sus ojos se abrieran de sorpresa. Fue porque... Le pareció oír la voz de un hombre.

"¿Eras tú, Daniel? ¿Acabas de decir algo?" exclamó Isabella, saltando de la cama.


Capítulo 4 (1)

Los ojos almendrados de Isabella se clavaron en Daniel con una mirada intensa, su mirada inquebrantable. Había algo diferente en su mirada esta vez, una chispa de vida que antes había estado ausente. Sus ojos, antes vacíos y huecos, albergaban ahora un atisbo de emoción, aunque estuviera teñida de ira, odio y desconfianza.

"¡Sra. Griffin!" exclamó Isabella, su voz resonó en toda la casa mientras bajaba corriendo como un gato asustado. "¡Sra. Griffin, Daniel está despierto! ¡Ha hablado! Está despierto de verdad!"

Sus mejillas se sonrojaron de emoción, su corazón latía erráticamente en su pecho. Respiraba entrecortadamente mientras intentaba estabilizarse. Aquel momento parecía un milagro, un sueño hecho realidad.

Y, en efecto, era verdad. Daniel por fin se había despertado. Los largos meses de silencio y quietud habían terminado, sustituidos por un parpadeo de conciencia que devolvía la esperanza y la alegría a sus vidas.Isabella estaba segura de que él había despertado de su letargo. Sus ojos, muy abiertos, se clavaron en los de ella con una intensidad inquietante. Y entonces habló. Aunque su voz tenía un timbre ronco y sus palabras eran pausadas, había una amenaza innegable en cada una de sus sílabas.

"¿Quién es usted?" La pregunta de Daniel atravesó el aire, dejando a Isabella momentáneamente sin habla. Su mente, antes llena de una cacofonía de pensamientos, se sumió en un inquietante silencio.

Nunca se había permitido imaginar este momento, reflexionar sobre lo que haría si él despertara. A su alrededor, los susurros de su inminente muerte habían resonado sin cesar, ahogando cualquier posibilidad de contemplar el futuro. Pero ahora, ante la realidad de su despertar, Isabella se encontraba totalmente desprevenida.

La conmoción atrajo la atención de la señora Griffin, el médico y el vigilante guardaespaldas. Sorprendidos por la angustia de Isabella, se apresuraron a acudir a su lado, con los rostros marcados por la preocupación.La mansión bullía de actividad, un mar de gente llenaba todas las habitaciones y pasillos. Hacía media hora que Daniel se había despertado y la conmoción aún resonaba entre la multitud. Nadie esperaba que recobrara el conocimiento.

Las lágrimas corrían por el rostro de Bellamy mientras corría hacia Daniel, incapaz de contener su alegría. "Sabía que te despertarías, Daniel", exclamó, con la voz temblorosa por el alivio.

Henry, que estaba cerca, suspiró aliviado. "Es un milagro que estés despierto, Daniel", dijo, con la voz llena de gratitud. "Todos estábamos muy preocupados, sobre todo mamá. El estrés le había encanecido el pelo".

El médico terminó de examinar a Daniel y se volvió hacia Bellamy, con una mezcla de asombro e incredulidad en el rostro. "Realmente extraordinario", murmuró. "No había signos de recuperación la última vez que lo examiné. Con tratamiento de rehabilitación, volverá a la normalidad en poco tiempo".

La noticia golpeó a Bellamy como un maremoto. Abrumada, le fallaron las piernas y se desmayó de puro shock.

Henry cogió a su madre justo a tiempo y la acunó en sus brazos. La sacó de la habitación, dejando atrás a Daniel, el médico, la señora Griffin y el guardaespaldas.Isabella se quedó paralizada ante la puerta, demasiado asustada para entrar en la habitación. El aire crepitaba de tensión cuando la penetrante mirada de Daniel se clavó en ella.

"¿Quién es?", atronó, con voz profunda y potente, impregnada de desprecio.

El médico tembló, apenas capaz de encontrar la voz. La señora Griffin agachó la cabeza y, con voz suave, explicó: "Señorito Daniel, es la esposa que la señora Bellamy le consiguió mientras estaba enfermo. Se llama..."

Los labios de Daniel se curvaron en una sonrisa fría y carente de emoción. "Sáquenla de aquí", ordenó, con voz carente de toda calidez o preocupación.


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